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Olor  a muerte

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    Toda mi vida he dicho que detesto los lirios, pero no es el lirio en sí, porque resulta inevitable admitir que su hermosura es incomparable, sin embargo la generalidad de su existencia en culturas como la nuestra está arraigada a las capillas y los velatorios, porque siendo honesta no encuentro nada que dé más muerte que una corona de lirios, no obstante a esto, hoy no vengo hablarles de coronas ni capillas como en un artículo atrás, hoy vengo hablar de olores y muerte.

    A mi parecer (esclareciendo que todo suele estar sujeto a la relatividad de la persona y a las emociones) el sentido que más me transporta, me evoca y me produce reacciones es el olfato, y me maravilla sentir y saber que algo tan pequeño y fugaz como un olor puede llevarte a recuerdos que a nivel consciente no tenías, no obstante a esto, algunos olores aunque quisiéramos no percibir, resulta necesario admitir que existen, de una manera tan personal e incluso etérea como una taza de chocolate en una noche lluviosa y fría, de esas noches que buscas reconfortarte con simplicidades que se vuelven detalles dentro de un mundo de posibilidades, así como la noche, y ay queridos lectores, como amo la noche, amada dentro de un temor que radica en lo que no puedes ver, en lo que no puedes hacer, en la oscuridad y la penumbra que abarca y en la imprevisibilidad de las cosas, como la muerte.

    Siempre he dicho que le temo a las tormentas y a la muerte que llega en las noches, las tormenta en las que no puedes visualizar el alcance de la devastación hasta que amanezca, o el momento en que despiertas y notas que quien tenías a tu lado falleció, dicen muchas personas que prefieren morir durmiendo y no sentirlo (pensamos), y dichosos aquellos que han tenido la oportunidad de marcharse de esta manera, rápida, sencilla y sin previo aviso, como quien procura permanecer en las alturas y partir de manera fugaz, es casi como creer en los dragones y vivir sin perder altura, pero OH, la muerte, con ese olor desdeñado que se queda en el alma, con una repugnancia tan grande como la mierda y un pequeño toque de anís para endulzarnos el sabor de la llegada, con un leve trasfondo de amoníaco que se hace más fuerte a cada minuto y que avisa la cercanía de una partida, cuan golpe seco se tratase a manera de devolverte a la realidad y con una fetidez tan grande que siempre se termina atragantado en la garganta, aún no encuentro la razón que tiene el olor a muerte para ser tan fuerte, olor a comida descompuesta, a piel rancia y desgastada con los años, a vejez; quizás es una forma macabra de decir adiós sin las palabras; y manteniendo siempre un compás tan suave como un suero con olor a penicilina, cantando, con toques de cobre cuan sangre en proceso de coagulación se tratase, y en ese justo  momento lo percibes en la boca, y  al detenerte, calmadamente, en paz, resulta inevitable sentir ese toque de hierba recién mojada al final del camino, porque como decía mi abuela, el que va a morir se alivia.

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    Y luego parte…

     

    Parte como si no existiese momentos antes de su llegada, desaparece cuan flor marchita sin nada más que decir, irreverente y sin respeto alguno hacia quien percibe sus fauces, hacia quien se inclina hacia ella, ni a quien presencio su partida, dejando un letargo, unas lágrimas y un adiós, quedando la mirada tétrica de los ojos abiertos en un cuerpo ya sin vida, justo antes de la putrefacción.

    Nadie tiene el derecho a decir que no existe algo más allá de la muerte, y no hablo de espiritualidad ni religiosidad, hablo de calma, de la paz curiosa que deja la muerte en unos ojos sensibles, ligeramente destellantes, misteriosamente brillosos, con un olor a dejadez y a partida, como un soplo incandescente que se arraiga en las paredes cuan funeraria u hospital se tratase, y como quien te detiene en ese instante para decirte que es la muerte la que huele; por cierto ¿alguna vez la has mirado a los ojos?

    Al final, es tan simple como decir que hay perfumes y olores que huelen a recuerdos mezclados con un poco de amor.

    P.D: A Atenea. 

    Previo, quizás muy tarde y tal vez por siempre.

    26 comentarios en «Olor  a muerte»

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